viernes, 27 de septiembre de 2013

Razón versus intuición

No suelo ver la tele pero hace unos días me quedé un rato mirando una entrevista que le hicieron a Punset. Me encanto su presencia y expresividad: tomándose su tiempo para escuchar a su interlocutor y contestarle de forma pausada y argumentada. Hoy día no es habitual ver a alguien mantener la compostura de modo tan estoico; en este caso, aguantando los apabullantes aplausos del público y las esporádicas interrupciones del presentador.

Con la presentación de su último libro este eminente pensador ha traído a colación una temática que me ha resultado interesante. Citando una serie de ejemplos históricos desarrolla el planteamiento de que la razón, creación artificial del hombre para dar mayor solidez a sus argumentos y ofrecer nuevas perspectivas, se impuso de manera imprescindible en la condición humana hasta llegar a nuestros días. Sin embargo la intuición, expresada como mecanismo natural e instintivo, ha estado presente a lo largo de toda nuestra existencia.

Así las cosas el autor explica cómo nuestra mente, previamente estimulada, trabaja en busca de la solución a un problema que le hemos planteado sin un razonamiento previo. Es decir, la respuesta puede llegar en cualquier momento, en la vertiente más pura del concepto de eureka. Se trataría en todo caso de exponer una cuestión a nuestro pensamiento y, mientras nos dedicamos a acometer otros menesteres, obtener el remedio sobre el estímulo trazado en un momento no determinado o inesperado.

Esta prevalencia de la intuición ha sido atestiguada por el autor con el ejemplo de las investigaciones llevadas a cabo por Darwin. Este investigador tuvo que enfrentarse al sólido dogma religioso del creacionismo, arropado paladinamente por el mundo cristiano, al afirmar que la amplia pluralidad de especies presentes en su momento rebasaba con creces el marco temporal establecido por los designios de la divinidad.

Por si fuera poco, y cayendo en el conformismo tan típico que ha configurado y caracteriza cotidianamente la existencia humana, las ideas de Darwin fueron denostadas de inmediato. Como siempre resulta más fácil adherirse al pensamiento unánime y borreguero del común de los mortales que ofrecer una crítica constructiva con argumentos coherentes y discordantes. Pero siempre habrá unos pocos que, guiados por su intuición, rompan moldes y razonamientos añejos y consolidados y arrojen luz sobre nuevas perspectivas que, sin ser definitivas, resulten enriquecedoras y complementarias.

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