domingo, 29 de septiembre de 2013

Los centinelas de Dios

Con casi quinientos ocho años de recorrido la Guardia Svizzera Pontificia es, si cabe, uno de los ejércitos más antiguos y pequeños del mundo. Más conocida como Guardia Suiza, la labor esencial de este cuerpo militar se centra en el mantenimiento de la seguridad del Estado de la Ciudad del Vaticano y, en particular, de su jefe ceremonial, el Papa. Pero más allá de sus llamativos uniformes y su pomposidad se esconde un auténtico grupo de soldados de élite adiestrados al más alto nivel.

Sus primeros pasos se remontan al siglo XV cuando varios pontífices, temerosos de sus enemigos, contrataron mercenarios suizos para su propia protección. Su institucionalización definitiva llegó con Julio II ocupando el trono romano en torno a 1506; su mitificación, con la férrea defensa protagonizada  durante el saco de Roma de 1527. En este episodio quince mil lansquenetes del emperador Carlos V tomaron al asalto la Ciudad Eterna, como castigo al pontífice por haberse alineado con el enemigo encarnizado de aquel, el rey francés Francisco I. 

Salvar a Clemente VII se llevó por delante la vida de más de un centenar de soldados suizos. Los supervivientes lo escoltaron hasta el altar mayor de la basílica de San Pedro por donde escapó al refugio papal, el castillo de Sant’ Angelo, a través del almenado Passetto di Borgo. Desde entonces el 6 de mayo de 1527 es motivo de celebración y orgullo para los centinelas vaticanos que conmemoran la defensa del Papa hasta el último hombre, mientras éste juramenta a los nuevos reclutas.


Ese juramento es el punto final de un largo periodo de adiestramiento y estricto cumplimiento de requisitos. Los ángeles custodios del Papa han de prestar sus servicios en el ejército suizo durante años antes de pasar otra temporada de adaptación tras los muros vaticanos; por no decir que han de contar con la nacionalidad suiza, ser católicos, no rebasar los veintinueve años, medir más de 1’74 o atesorar un pasado impoluto y ejemplar libre de antecedentes penales.

También existen una serie de mitos acerca de estos soldados. Se dice que debajo de sus vivos uniformes ocultan pistolas y granadas o que estos fueron diseñados por el mismísimo Miguel Ángel. Si bien se desconoce si mantienen oculta algún arma, su adiestramiento en el empleo de un gran número de ellas, de explosivos, así como su condición de tiradores expertos constituye una auténtica certeza. Por el contrario no fue Miguel Ángel el encargado del diseño de sus trajes, dado que el actual ronda el centenar de años de existencia y corresponde al que fuera comandante de la Svizzera, Jules Repond.

Repond, tras una meticulosa investigación e inspirándose en los frescos de Rafael, confeccionó el uniforme actual con los tradicionales colores de los Medicis. Sin embargo, junto a este uniforme de gala, diseñó otro para uso diario completamente azul y un último de color rojo para los oficiales. Además añadió a los tocados una pluma de avestruz de diversos colores según el rango de su portador.

En definitiva estamos ante un ejército profesional de élite de acusada longevidad que, en un futuro no muy lejano, quizás admita la presencia de mujeres. Como contrapartida a esta progresista noticia se suma un reciente escándalo romántico entre un capitán de la guardia y un prelado, nombrado por el Papa Francisco para engrosar la nueva cúpula del banco vaticano, ¿Será una maniobra para desacreditar el aperturismo del nuevo pontífice? ¿siguen sobrevolando los cuervos la ciudad de Pedro?

* Foto: Jura de un nuevo recluta levantando los dedos pulgar, índice y corazón en alusión a la Trinidad; posando su otra mano sobre la bandera de la Guardia.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Razón versus intuición

No suelo ver la tele pero hace unos días me quedé un rato mirando una entrevista que le hicieron a Punset. Me encanto su presencia y expresividad: tomándose su tiempo para escuchar a su interlocutor y contestarle de forma pausada y argumentada. Hoy día no es habitual ver a alguien mantener la compostura de modo tan estoico; en este caso, aguantando los apabullantes aplausos del público y las esporádicas interrupciones del presentador.

Con la presentación de su último libro este eminente pensador ha traído a colación una temática que me ha resultado interesante. Citando una serie de ejemplos históricos desarrolla el planteamiento de que la razón, creación artificial del hombre para dar mayor solidez a sus argumentos y ofrecer nuevas perspectivas, se impuso de manera imprescindible en la condición humana hasta llegar a nuestros días. Sin embargo la intuición, expresada como mecanismo natural e instintivo, ha estado presente a lo largo de toda nuestra existencia.

Así las cosas el autor explica cómo nuestra mente, previamente estimulada, trabaja en busca de la solución a un problema que le hemos planteado sin un razonamiento previo. Es decir, la respuesta puede llegar en cualquier momento, en la vertiente más pura del concepto de eureka. Se trataría en todo caso de exponer una cuestión a nuestro pensamiento y, mientras nos dedicamos a acometer otros menesteres, obtener el remedio sobre el estímulo trazado en un momento no determinado o inesperado.

Esta prevalencia de la intuición ha sido atestiguada por el autor con el ejemplo de las investigaciones llevadas a cabo por Darwin. Este investigador tuvo que enfrentarse al sólido dogma religioso del creacionismo, arropado paladinamente por el mundo cristiano, al afirmar que la amplia pluralidad de especies presentes en su momento rebasaba con creces el marco temporal establecido por los designios de la divinidad.

Por si fuera poco, y cayendo en el conformismo tan típico que ha configurado y caracteriza cotidianamente la existencia humana, las ideas de Darwin fueron denostadas de inmediato. Como siempre resulta más fácil adherirse al pensamiento unánime y borreguero del común de los mortales que ofrecer una crítica constructiva con argumentos coherentes y discordantes. Pero siempre habrá unos pocos que, guiados por su intuición, rompan moldes y razonamientos añejos y consolidados y arrojen luz sobre nuevas perspectivas que, sin ser definitivas, resulten enriquecedoras y complementarias.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Vejez, eterna maestra

Un día soleado como hoy no es propio de estas fechas otoñales y más si sales a la calle con jersey. Con este panorama he ido a visitar a mi querida abuela para ver cómo, a sus noventa y seis años, se va deteriorando un poco más. En pocos días el declive ha sido importante pero su cabeza sigue funcionando con una clarividencia envidiable. Merece la pena escuchar a nuestros mayores, aunque actualmente optemos por confinarlos en residencias, desentendernos y dedicarles unas tristes horas a la semana por mera cortesía.

No siempre fue así. En la Antigüedad los ancianos ocupaban un lugar preeminente dentro de las sociedades por contar con algo que hoy sólo está en boca de las empresas a la hora de contratar a sus futuros empleados, la experiencia. Pero la experiencia a la que me refiero va más allá del sentido existente en la mediocre sociedad vigente, siendo la de nuestros antepasados la correspondiente nada menos que a la de toda una vida.

Quizás el ejemplo que más se ajusta a este planteamiento es el de la sociedad espartana. Imbricada en su andamiaje gubernativo existió la denominada Gerusía, un consejo formado por ancianos encargados de realizar tareas de especial delicadeza y para las que se requería una experiencia de profunda raigambre. Tareas como la elaboración de los proyectos legislativos, los juicios por pena de muerte o los juicios contra los reyes espartanos. De una u otra forma todas ellas tenían una proyección sobre el resto de la sociedad que confiaba su futuro a los que habían recorrido la larga senda del pasado.

Como contraste siempre recuerdo un episodio famoso de la historia reciente de España y que mi abuela me narró con todo detalle. Me estoy refiriendo a la breve tentativa republicana encabezada por los capitanes Galan y García Hernández cuando, en diciembre de 1930, sublevaron la guarnición militar de Jaca y se dirigieron a Huesca haciendo un alto en Ayerbe.

Es aquí donde por aquel entonces vivía mi abuela y donde, a sus trece años de edad, vio detenerse un convoy militar que paraba a repostar antes de emprender su camino hacia la capital. Recuerda con especial impresión  el testimonio de un guardia civil que, con la cara ensangrentada, afirmaba que los iban a matar; no se equivocaba.

A su llegada a Huesca los capitanes fueron fusilados y su arrojo los convirtió en los primeros mártires de la II República. Pero también surgieron ciertas discrepancias en el seno de los firmantes del Pacto de San Sebastián, al ser tachada la sublevación de precipitada y oportunista. El resultado, por tanto, fue dispar pero sirve para atestiguar como la impulsividad y la carencia de reflexión propia de la juventud conduce a cometer errores que, si bien pueden ser positivos, también pueden provocar consecuencias que sólo las cicatrices de la experiencia y el pensamiento pausado de la madurez son capaces de pronosticar.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Antes de ayer

Todo se detuvo en seco. Tras años viviendo una agradable rutina universitaria, admirando las múltiples facetas del pasado desde las bambalinas de este efímero presente, dejé atrás una etapa distendida de mi vida. Fueron seis años en los que empecé a conocer una parte de la esencia humana que coadyuvaría a la profunda introspección de los momentos actuales. 

Si es ahora cuando la ocasión de recordar ha llamado a mi puerta es porque he abierto mi antiguo blog como si de un viejo y desvencijado arcón se tratara. Los tesoros emocionales y polvorientos que aún albergaba en su interior me han hecho sentir de nuevo esa necesidad de trasmitir emociones que sólo el ejercicio pausado, vibrante y solitario de la escritura puede ofrecer. No es para menos, pues durante esos años viví momentos irrepetibles. 

Jamás olvidaré los paseos invernales arropados por la calidez de los adornos navideños en los que el tiempo parecía detenerse. Las niebla atravesando de forma caprichosa la forja de las farolas decimonónicas y, sobretodo, esa apariencia dulce y entrañable que me embriago a cada momento. Las tardes de novillos universitarios fueron cada vez más habituales, movidas por un puñado de nefastas ilusiones que me hicieron sufrir y aprender. 

El desamor me invadió. Aquella princesa de cabellos dorados y mirada angelical murió en brazos de mi corazón y mi mente la embalsamó en un eterno y amargo recuerdo. La vuelta a la realidad no fue agradable, pues por delante me esperaba un curso universitario que salvé in extremis y unos compañeros de vocación y cañas que me sonrieron con su habitual aire pícaro. Hoy es mi sonrisa de complicidad la que se une a la de ellos por encima de las barreras temporales. 

Aunque la intensidad de este fulgurante encaprichamiento duró casi un año, hubo otros muchos episodios que no desmerecerían una miríada de buenas palabras e inmortales carcajadas. Todos permanecen en una mente nostálgica que, en este momento, mira más al futuro que quedarse detenida en el presente. En efecto, un día no muy lejano todo acabo y volví a la que había sido mi ciudad adoptiva durante la mayor parte de mi existencia, teniendo que afrontar nuevos retos, metas y reflexiones. 

Ahora comienza una nueva etapa de pensamientos que espero sea tan gratificante y disparatada como en su día fue la anterior. Mi único deseo es que sean escuchadas por algún soñador que, como yo, se deja llevar día a día por los derroteros de la imaginación y consigue desinhibirse por un momento de este alocado mundo en el que vivimos. Retomar la escritura y mantener el pulso de este blog serán mis propósitos para este año. Sed bienvenidos.