martes, 31 de diciembre de 2013

Vértigo

Un año que nos deja y otro que viene. Ya desde sus orígenes el ser humano sintió la necesidad de conceptualizar todos aquellos estímulos percibidos a través de los sentidos y cada una de las piezas que componen la realidad cotidiana. Así ocurrió, por ejemplo, con el tiempo; integrado en nuestro devenir diario después de un variopinto proceso de desarrollo y que tantos quebraderos de cabeza nos da en la actualidad.

Si hay un momento del año que tiene especial importancia en nuestra manera de medir el tiempo es el día de hoy. Una etapa parece cerrarse y nuevas esperanzas se ciernen sobre nuestros actos; sin embargo, creo que no ha de ser así. En esta coyuntura tan adversa sólo el aplomo continuado puede dar sus frutos, tomando las riendas ante un horizonte de incertidumbre y evitando el refugio efímero en iniciativas vanas.

Siempre hay episodios de nuestra vida envueltos en penumbra, en los que una fuerza extraña nos empuja a construir poco a poco un futuro que, creemos, será más agradecido con nuestras conquistas. Creo que es lo mejor que se puede desear a día de hoy, perseverar hasta perder el sentido y permanecer firmes  en nuestros propósitos.

A pesar de mi escepticismo desearos un buen comienzo de año, mes y día y que vuestras ilusiones sean tan fuertes como ayer y mañana. Al final del camino, aunque no obtengáis los resultados esperados, siempre quedará la satisfacción del trabajo y el esfuerzo; al final del camino nuestra conciencia será nuestra mejor aliada.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Desidia constitucional


Empiezo a escribir estas líneas a vuela pluma. Actualmente nos encontramos en el siglo XXI, nuestros Estados han avanzado lo suficiente para reconocer y garantizar los derechos de sus concicudadanos bajo el resguardo de un barniz jurídico, esto es, el Estado de Derecho. La manifestación más importante y acabada del largo proceso que comenzó hace un par de siglos, con la Revolución Francesa, han sido y son las Constituciones, auténticos ejes rectores de todo el engranaje institucional estatal.


La nuestra, la española, está de celebración. Como es natural muchas cosas han cambiado, los constituyentes y arquitectos de la realidad política, jurídica y social en la que estamos inmersos quizás no previeron las consecuencias de la misma. Lo cierto es que después de estas décadas los partidos políticos han hecho de este texto, y de su planteamiento vertebrador del Estado, una especie de cuerpo al que yuxtaponer su propia infraestructura orgánica de poder con el fin de preservar sus intereses particulares y esquivar con sutileza, o ni siquiera eso, muchos de los preceptos esenciales de la misma.

La Constitución del consenso se ha convertido en la legitimadora de la clase política y en el papel higiénico de los nacionalismos periféricos. Una flor marchita vapuleada por el Alto Tribunal que tenía que servir de escudo contra las injerencias de los poderes del Estado y de sus empresas privadas. Hoy, conciudadanos, arrastramos la endogamia que nos ha caracterizado a lo largo de nuestra historia constitucional reciente pero con una apariencia renovada.

Y el fondo del problema viene siendo el de siempre: la carencia de un nacionalismo maduro y bien construido (no como ideología, sino como instrumento de ciudadanía); las pesadas cadenas de una abigarrada experiencia política; y el más lamentable, la necesidad de una ley educativa fruto de un pacto de Estado entre nuestras fuerzas políticas.

En definitiva, las Constituciones siguen siendo bandera de intereses corporativos en el seno del Estado sin responder por y para el conjunto de los ciudadanos.

Feliz puente